sábado, febrero 23, 2008

Lluvia en verano/Tos en verano

¿Por qué esa obsesión de las farmacéuticas por ponerle sabor a fresa a sus brebajes?

Dado el color oscuro de las torres que veo desde mi casa, me he percatado que acaba de comenzar a "llover". Lo comprobé mirando el piso y luego me sobrevino un ataque de tos. A pesar de lo deprimente que podrían sonar los eventos, viéndolos como una contradicción de la temporada resultan algo de lo que no puedo quejarme. Ambos eventos me recuerdan que por delante hay un húmedo y nueblado invierno, sin atardeceres de colores sino con una variada gama de grises, panza de burro le dicen.

Tengo tos desde que llegué de Arequipa. Una lluvia de verdad y una dosis de aire acondicionado de avión sepultaron mis maltrechos pulmones. Como el inclemente verano hace imposible que me cuide de la garganta, y el resto del sistema respiratorio, una simple gripe degenera en ataques de tos que me dejan más ronca que Alejandra Guzmán. Una razón más para esperar el otoño con ansias.

Es divertido observar la cara estupefacta de las personas cuando comienzas a toser y ni tu misma sabes cuándo va a parar. Aparte del miedo al contagio, totalmente legítimo, hay algo en esas miradas de alivio por no ser ellos los del espectáculo. En realidad me alegro de que mi tos no sea tan grave como para impedirme presenciar el 'impacto' que mi (estacionalmente) inusual enfermedad. Será que en mi historial de enfermedades las que comprometen a los pulmones y sus componentes han sido las más comunes, ya que hasta los diez años sufrí de asma. Recién cuando me acerco a la veintena de años vividos me doy cuenta de que, en el fondo, me divierto siendo el espectáculo disponible en el que los otros se alegran de gozar de buena salud. Tengo la creencia de que cuando uno ve al otro deteriorado, el ''pobrecito'' sólo existe de boca para afuera. Recordando a Chuck diré: " Exhibicionismo no es la palabra adecuada, pero es la primera palabra que viene a la mente".


Eso es a lo que me refiero.

En fin, la lluvia es un asunto que moja a todos por igual. Es distinto al destino particular de cada aventado que sale a la calle bien vestido durante carnavales. En verano, la sorpresa no pasa a mayores precauciones que caminar con un poco de cautela para no resbalarse y sentir un poco lo refrescante de las diminutas gotas. Cuando la lluvia cae en la sierra (sólo puedo hablar de Arequipa, Cusco y Puno con experiencia) eres consciente de la necesidad que tal cantidad de agua haga que el paisaje por la carretera sea más verde y haga crecer todo lo que convenientemente metemos a las bolsas de supermercado.

Cuando llueve -como suelo decir- de verdad, a pesar de ser un evento bastante convencional la ciudad sí se transtorna. Tienes una excusa para entrar a algún lugar bajo techo, ya sea un lugar donde comer, una tienda de cualquier cosa, o una casa. La dupla lluvia más fuertes vientos hacen que la mayoría de ambulantes cierren sus negocios, que los afortunados que trajeron paraguas consigo luchen contra el viento que quiere robárselo literalmente. Otro detalle delicioso sobre la lluvia serrana es que puedes ver el cielo y predecirla, y, en mi caso, alegrarte por ello. Podría hablar más sobre las bondades del cielo serrano en general: siempre es grato, siempre puedes mirar arriba y mojarte la cara y todo lo que llevas puesto en segundos o ver el verdadero cielo azul, apenas cubierto por nubes. El costo de tanta maravilla: el soroche, quizás tema de algún post venidero.

CAMBIO DE TEMA- Sí, el blog ha cambiado de aspecto un poco. Espero que no sea una molestia para la lectura.

miércoles, febrero 06, 2008

Aeropuerto

Multitudes y maletas.

Divagación primera

Cuando leíamos en 'El mundo de Sofía' el par de páginas sobre los estoicos, en 5to de secundaria para el -apenas recordado- curso de filosofía, el profesor aludió al significado del adjetivo para explicar rápidamente el tema. Ya que en ese curso solía irme más mal que bien, poca o ninguna atención puse a esa clase, pero paré la oreja en la dichosa explicacion de los estoicos. Hoy, con EEGGLL encima, comprendo un poco mejor esos párrafos y no consigo ser indiferente al estoicismo: luego de ver una telenovela brasilera me parece algo una actitud de mártir, de santo viejo, de algo anacrónico, pero en otros momentos (en la dichosa clase de filosofía escolar) me suena a cómo usualmente conduzco mi vida, y hasta cierto punto me produce algo de orgullo.
[a él el libro le gustó más que a mí] [por cierto, estoicismo]

Qué pasó con el título

El paso por el aeropuerto capitalino es como la matrícula en la universidad: proceso metódico, primero ésto, luego aquello,luego paga, luego desvístete, luego espera, luego vuela. A veces lo metódico me aburre, pero cuando estoy con perspectivas tan buenas como el irme de Lima, lo acepto con gusto, casi como un ritual. Me fijo en cosas como el sobreprecio en el food court del aeropuerto, cuán cansados están los gordinflones de migraciones, en cómo las familias grandes despiden a sus miembros con cámara de video en mano, el aburrimiento de la policía encargada de desvestirte para buscar metal. Camino ridículamente feliz con el boarding pass en mano, agradezco cuando me dan el vuelto, miro las tablas de salida de aviones y me imagino en Bonaire y Mexico DF.
Algo así.

Cuando estaba en primaria y solía viajar con bastante frecuencia, cambié los deseos de ser astronauta por los de ser piloto de avión. Por la época en la que no había mangas y publicidad en ellas para entrar al avión, así que toda la subida por la escalera hasta la entrada del avión (cargando siempre una mochila llena de chucherías "indispensables") daba una mejor idea del tamaño de estos aparatos. Éste cambio probablemente se dio en un viaje largo en el que las muy amables aeromozas (creo que ahora les llaman tripulante o no sé que nombre menos relacionado con el servicio al pasajero, total ellos parece que abren las puertas del avión además de servirte jugo de naranja) me llevaron hasta la cabina del piloto (deduzco que eso es perfectamente imposible hoy). Era el paraíso de los botones, y presionarlos ha sido una obsesión que siempre he tenido. No podría decir que me contuve para machucarlos todo, disfrutaba sólo viendo toda esa cabina. Quién sabe a qué altura estábamos y hoy no podría recordar a dónde estabamos yendo.

Divagación segunda

Ahora que estamos en la era post-9/11, la tensión en la cara de los de inmigración ha pasado a los cuarenta mil policías que se encargan de desvestirte y buscar cualquier metal en el cuerpo. Luego fue ese ataque frustrado que paralizó Londres y el resto del hemisferio desarrollado del mundo, ya no puedes llevar ningún gel o medicina, no lo recuerdo. Recuerdo esta película, La terminal, por la que me hice muchas ilusiones y francamente me aburrió. Si continúo divagando, diría que el único encanto 'realista' en los aeropuertos es la idea de que en el futuro serás, prácticamente, teletransportado a otra ciudad. Nunca me asustó el hecho de volar, quizás me perturba un poco el aterrizaje pero últimamente ya no. Me molestan las indicaciones de seguridad dentro del avión, ya sean hechas por los tripulantes, que ponen cara de estar explicando las propiedades de la puya de raimondi a un montón de colegiales o la grabación digital.

Al final, sea cual sea tu destino, verás basureros, equipaje escandaloso como el tuyo, taxis y mendigos. A lo mejor todos hablen en otro idioma y, en el aeropuerto al que llegues, sólo les importe que no traigas limones, semillas y papas de tu país de origen. Que no hagas llegar la porquería que existe en tu país para aumentar la del país al que llegas. Tengo la sensación de que antes eramos personajes que lamentablemente había que tramitar y ahora somos todos extremistas, narcos y demás escoria en potencia a los que detectarán, piensan, a cualquier costo. Tengo la suerte, también, de no haber sido víctima de malos tratos, pero sí he sentido impotencia de ver cómo otras personas que han viajado conmigo no se quejan cuando los empleados son bastante descorteses, por decir lo mínimo.



Morrissey odia los aeropuertos.

Voyeur (?)

Creo haberlo mencionado, vivo en un noveno piso de un edificio de veinte. Hacia abajo hay espacios con los que, de no haberme mudado acá, hubiera deseado ver 'desde arriba'. Bancas de parque, calles estrechas poco transitadas, sombras encubridoras (cortesía de arboles viejos) y cruces que podría considerar de alto riesgo, más allá de su apariencia inofensiva, negocios concurridos.

A pesar de no ser la persona (de los que vivimos en mi casa) que más mira hacia abajo tengo suerte para escenas 'de interés'. Tengo suerte de no estar a tanta altura como para no distinguir
expresiones en la cara. Choques (y mentadas de madre posteriores), flirteos bajo la 'segura' sombra de un árbol o en una calle poco-o nada- transitada, personajes estrafalarios, ciclistas avezados y variadas interacciones de familias de tres (padre, madre, hijo/a pequeño), personajes hambientos.


Recuerdo un comentario que hicieron cuando recién me había mudado: ''Cuando quiera suicidarme, te voy a llamar''. Tras algunos años de vivir aquí, se me ocurre pensar en la portada de mi película bamba de 'El suicida'. Yo sé que estoy entrando en divagaciones pero, es distinto enfocar los ojos directamente al suelo que mirar el panorama sin inclinarse. Primer caso: observar un límite, segundo caso: observar el horizonte. He aqui una combinación peligrosa: mirar hacia abajo durante hora punta mientras anochece, levantar luego la cabeza para mirar al cielo, probablemente nublado, por un largo rato.

Lima la tóxica reboza de situaciones cotidianas. Brazos estrechados para coger micros, personas sentadas en bancas por periodos larguísimos, pregones de cobradores, desesperantes ruidos de motores en mal estado, compras de golosinas, mujeres en uniforme de minifalda siempre chequeadas. Yo me limito a ver con la 'tranquilidad' de que casi nadie mira hacia arriba y se da cuenta que estoy de voyeur confiada en mi suerte de encontrar una razón para seguir mirando hacia el tan conocido abajo. En ese sentido, vivan las vacaciones.


Just looking, Stereophonics

lunes, febrero 04, 2008

Estas 24 horas...

Anodino deseo del día: volver a...

Lima es una ciudad tóxica.