miércoles, diciembre 27, 2006

Rompecabezas, manual de uso


A más grande el pimiento, menos picante es.(Fuente: lo que se dice)

Las únicas palabras que se me ocurrieron luego de una larga jornada hace unos días:
"Después de una interminable labor de 4 o 5 horas seguidas
(con mango, chicha y
almuerzo de intermedios) he avanzado algo esta
pesadilla de 1000 piezas. Me
enorgullece inútilmente el cansancio."


Y es que sí, advertencia #1: un rompecabezas te puede cortar inspiración/creatividad/sueño. Hoy tuve otra agotadora jornada (arma que te arma, que blanquito por aca, que un pedazito marrón, que tengo sed...) pero estoy acá, tipeando un rato, para hacer exepción a mi propio postulado.


Este episodio de mi vida es sencillo: por Navidad, 'me regalé' un rompecabezas de 500 (quinientas) piezas (el anteaño fue un carro a control remoto, el que acaba de pasar un rompecabezas). "¿Por qué?" me preguntaron y me pregunté. Las únicas respuestas que atino a dar(me) es que necesitaba:
-descansar la vista de la computadora (si mis ojos hablaran me insultarían)

-hacer descansar a la computadora (no tiene mucho sentido)


-descansar de la computadora (era realmente necesario? era realmente posible?)


-descansar de las pantallas


-hacer algo con mi vida, según yo, productivo, que requiera dedicación (siendo más específica: que requiera aceptar el masoquismo)


-tener una excusa para ir a alguna juguetería (con qué se entretienen las generaciones más jóvenes?)

Llegó el día de la compra, y elegí un rompecabezas de 500 piezas, con la figura de una iglesia italiana (de Umbría). Se veía sencillo, la imagen era atractiva y era un reto pequeño, con una victoria -terminarlo- probable. El ayudante de Ripley (de la "juguetería de...") amablemente recomendó y mostró el puesto de los rompecabezas con grave número de piezas. Entre Stonehenge, Macchu Picchu, una escena invernal (idóneo para sugestionarse y soportar el verano), esta iglesia, una granja, etc, escogí la fácil.


Antes de que se me ocurriera la buena idea del rompecabezas de 500 (quinientas) piezas, mi mayor desafío habían sido 25 piezas con la caperucita roja, yo de unos 5 o 6 años approx. Pero entusiasmada luché contra la caja y bolsa selladas. Un amontonado de piezas en un 87% amarillas y 13% azules olía un poco mal y me desanimó. Pero no se gastan/desechan 10 soles y ganas de hacer algo con mi vida en vano.

Mi meta: terminarlo en 3 semanas, con calma, con buena voluntad, sin desesperación.



Resultado: *rostro de extraño orgullo* Terminado en tres días.
Trataré de poner el cómo en pocas palabras. Me considero holgazana, vaga, desganada para hacer algo por iniciativa propia, sin paciencia, prefiero que "esté hecho y yo lo use", nisiquiera confiaba en poder terminarlo. Cuando me dijeron algo como "500 piezas...un mes harás" todo mi empeño se volcó a los pedazos de cartón y en dos agotadoras tardes y una calurosa mañana la iglesia se irguió ante mi carpeta. Ergo, no sólo soy holgazana, soy "contreras".

Luego de mi "éxito" mi madre me regaló un desafío que me ha hecho ver lo masoquista, obsesiva, y (al mismo tiempo) holgazana que soy. Una pintura de una niña sobre un tronco, 1000 piezas. El inicio, con todas las endorfinas que me había dejado el éxito anterior. Sin embargo, el resultado no ha sido tan alentador: van dos semanas, y aunque he armado unos 6 días en jornadas de 4 ó 5 horas, aún no termino. Faltarán unas 50 piezas, pero armar el tronco se está convirtiendo en una pesadilla.

A pesar de las dificultades, aún no lo considero fracaso. El día que me ponga las pilas (como el conejo Duracell) lo termino.


Para incluir en mi prontuario "me creo experta prematuramente":



Breve manual del sujeto armador

Gracias por adquirir su rompecabezas de __ 00 piezas! (Advertencia #2) Este producto está no está recomendado para niños con poca paciencia y si ud. creyó que el 12+ de la caja lo hace ideal para su hijo que recién ha pasado a la secundaria, considérelo de nuevo-su hijo/a se lo agradecerá. No sólo puede querer comerse el rompecabezas de desesperación, también puede...no intentar armarlo siquiera! Para hacer su experiencia más "worth the time", satisfactoria, agradable, llevadera le damos las siguientes sugerencias.

  1. Ud está viendo tantas piezas que se va a desilusionar y va a desistir. Si quiere ir por un camino seguro (particularmente dudo que exista forma más fácil de no perderse) encuentre en su montoncito de piezas las 4 (siempre serán cuatro, a menos que haya adquirido una versión ''hybrid'') esquinas. A continuación, encuentre las piezas que son los bordes de su colorido/saludable para la mente/entretenido rompecabezas.

  2. Luego de armar el borde, vea la figura e identifique los colores de cada zona. Si su desilusión no ha cesado, separe por colores las piezas antes de seguir armando.

  3. Hemos llegado al punto en el que todo está up to you, Rompecabezas "Cefalea" tiene un número de ayuda al cliente, y un correo electrónico en casos de ayuda emocional. No espere que le digamos DÓNDE dejó la pieza con una esquina doradita. Ud. se ha metido en esto. Buena suerte.
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En fin. Armar rompecabezas no será igual a salir a tomar, a bailar, a almorzar buena comida, o bueno, hasta ir a comer comida chatarra. Ni qué decir conversar animadamente, reír, y, debo decirlo, estar en la computadora. No paga, no mejora la salud, no equivale a salir a correr, no mejora el cuerpo, no hay ''armadores profesionales'' pero mejora el estado de ánimo, y, quizás de chiripa, restaura algo de orgullo,confianza, perdidos.

sábado, diciembre 23, 2006

Aperitivo del cambio

(Foto: http://gargantua1.blogalia.com/)
Personalmente considero las mudanzas bastante, bastante incómodas. Desde el hecho de mover un mueble hasta colocar en cajas (habiendo previamente envuelto en periódico) vasos, copas y platos. Con descaro confieso que sólo me he mudado una vez de casa y ha sido problemático, por mi obsesión a que "todo se quede como esté" . Sin embargo, muchas veces he mudado muebles, cuartos enteros, el librero, y demás objetos pesados de un lado a otro y siempre estoy predispuesta a no estar contenta con el resultado.

Lo único que acepto de la mejor gana es una pseudo-mudanza llamada viaje, ya que el nuevo paradero es casi siempre completamente distinto. Pensándolo un poco más, cuando viajo soy 'yo' la que me muevo y no soy 'yo moviendo lo que me rodea'. Costumbre será el equivalente 'en humano' a inercia? Ni idea, mi profe de física apenas atinó a dejar un plumón de pizarra sobre la carpeta y en el suelo. En fin, me acostumbro a todo apenas cesa el movimiento. Si estoy en una carpeta un día seguiré ahi (o cerca en su defecto) por el resto de tiempo que dure el curso. Si pruebo un plato bueno en algún sitio será el único que pida hasta que me harte y consiga uno nuevo, o no vuelva. El cambio sólo viene producto del aburrimiento? En los casos más intrascendentes, creo que sí.

sábado, diciembre 16, 2006

Planta alta I

Las bondades del piso nueve (y de una cámara) [Maratón RPP, un domingo]

El Pasado bajo

He pasado gran parte de mi vida en un segundo piso, en una casa, bastante cerca del suelo. Por entonces mirar por la ventana era una actividad casual, sin sentido práctico o de entretenimiento alguno, era tan sólo una manera de dejar de ver el interior de la casa por un instante. Un detalle: la vista no era muy alentadora, una calle, un pequeño edificio azul, casas poco agraciadas, señores regando jardines esporádicamente, ejemplares de transporte público (una única ruta p
asaba por esta calle) que deben haber servido a más de dos generaciones. En cuanto incidentes esporádicos diseñados para que por un pequeño agujero de la cortina uno o dos ojos chismosearan...uno que otro señor ebrio que se mantenía de pie gracias a la pared de noche y hacían escándalo para que les abrieran la puerta. Nada de parejitas, (ya que instalaron una acusadora luz en la vereda de la casa) nada de niños (ya que por entonces yo era la única por ahí y (casi) nunca salía).

La ventana que daba frente a la calle en el segund
o piso era bastante grande (lo que ameritó inversión constante en cortinas) y sus bordes eran curvas muy suaves. Cuando aún no sabía lo que era la vida en primaria solía sentarme en esas curvas, de espaldas a la ventana. Siempre que me preguntaba cómo se ponían las ventanas en una casa me imaginaba una sierra gigante cortando la pared (algo así como un carpintero). Luego me imaginaba la caída del pedazo de concreto que había estado en el lugar de la ventana. Cuando la casa que existía al frente mutó en pequeño edificio algo aprendí.

La ventana del primer piso era más aburrida, pues lo
único que se veía era la mini jungla-muro. Algo del edificio azul podía verse cuando venía el jardinero. Gracias a la habilidad de la enredadera para crecer hacia afuera (obstruyendo la corta vereda) el jardinero venía seguido.

Entonces, ventanas grandes aseguraban una casa bastante iluminada. Ese era su objetivo. Del mismo modo, ventanas grandes aseguraron temblores que duplicaban su escala de "asustamiento" por vibrar tanto. Ese era su inconveniente.


En fin, me podría haber quejado de mi vieja casa por el poco entretenimiento callejero-chismoso, pero desde que comencé a usar la computadora ese tipo de entretenimiento perdió la poca importancia que ya tenía. En última instancia, si el incidente era muy escandaloso, se iba a comentar en mi casa. Me atrevería a decir que ocurría la misma falta de interés en la mayoría de casas de la cuadra. Nunca entendí tampoco qué significaba barrio. Nunca supe como se llamaban todos los vecinos. Supongo que me agrada esa privacidad/tranquilidad/indiferencia moderada, es cómoda la mayoría de las veces.


Seis pisos después...

No, a tanto no llegué. [Vaticano, escaleras después]

La primera idea del cambio casa-a-departamento era, por supuesto, una vista privilegiada. Las primeras dos fotos han sido posibles gracias a ello.

(digo yo) continuará...




martes, diciembre 12, 2006

El número que ha marcado se encuentra fuera de área...

Como no sé cómo describirlo, lo llamaré sencillamente suerte. He pasado todo el día frente a la PC, he almorzado, he comido mango y un Cerealbar de chocolate, he tomado muchos vasos de agua frente a este pedazo de plástico. He visto a mucha gente entrando y saliendo de Msn, casi me siento portera ( de qué, me digo). Hay tanta, pero tanta gente que hace que esta cosa (internet) sea más y más grande y que está tan pero tan lejos que he imaginado qué tantas millones de veces más nos tardaríamos(en la gran mayoría de casos, pues ¿qué porción de internet la haremos los latinos, o más aún, los peruanos?) en llegar a la ciudad o pueblo donde estos sujetos han escrito, posteado, blogeado, o colgado algún trabajo propio, o, llegando al borde de la demencia, algún arañazo de sus existencias en fotos, comentarios, o videos.

Ahora que todo avanza tan vertiginosamente, sobretodo en este medio, siento lo que sentía con las cámaras, que algo se escapa de mi control, o de mi inútil deseo de controlar lo que ocurre. De los días en que ni sabía que podía ver videos en la PC a los días en que gasto horas en youtube apenas ha pasado parte de mi adolescencia. Pero esto no es el tema.

En cualquier caso, el hecho es que he encontrado una suerte de respuesta encriptada en uno de los posts de un forista en los foros de elaleph. Es el discurso de Paul Auster, cuando recibió no se qué premio.

He aqui.
"Discurso de Paul Auster"
ELPAIS.es - Cultura - 20-10-2006
PAUL AUSTER


No sé por qué me dedico a esto. Si lo supiera, probablemente no tendría necesidad de hacerlo. Lo único que puedo decir, y de eso estoy completamente seguro, es que he sentido tal necesidad desde los primeros tiempos de mi adolescencia. Me refiero a escribir, y en especial a la escritura como medio para narrar historias, relatos imaginarios que nunca han sucedido en eso que denominamos mundo real. Sin duda es una extraña manera de pasarse la vida: encerrado en una habitación con la pluma en la mano, hora tras hora, día tras día, año tras año, esforzándose por llenar unas cuartillas de palabras con objeto de dar vida a lo que no existe…, salvo en la propia imaginación. ¿Y por qué se empeñaría alguien en hacer una cosa así? La única respuesta que se me ha ocurrido alguna vez es la siguiente: porque no tiene más remedio, porque no puede hacer otra cosa.

Esa necesidad de hacer, de crear, de inventar es sin duda un impulso humano fundamental. Pero ¿con qué objeto? ¿Qué sentido tiene el arte, y en particular el arte de narrar, en lo que llamamos mundo real? Ninguno que se me ocurra; al menos desde el punto de vista práctico. Un libro nunca ha alimentado el estómago de un niño hambriento. Un libro nunca ha impedido que la bala penetre en el cuerpo de la víctima. Un libro nunca ha evitado que una bomba caiga sobre civiles inocentes en el fragor de una guerra. Hay quien cree que una apreciación entusiasta del arte puede hacernos realmente mejores: más justos, más decentes, más sensibles, más comprensivos. Y quizá sea cierto; en algunos casos, raros y aislados. Pero no olvidemos que Hitler empezó siendo artista. Los tiranos y dictadores leen novelas. Los asesinos leen literatura en la cárcel. ¿Y quién puede decir que no disfrutan de los libros tanto como el que más?

En otras palabras, el arte es inútil, al menos comparado con, digamos, el trabajo de un fontanero, un médico o un maquinista. Pero ¿qué tiene de malo la inutilidad? ¿Acaso la falta de sentido práctico supone que los libros, los cuadros y los cuartetos de cuerda son una pura y simple pérdida de tiempo? Muchos lo creen. Pero yo sostengo que el valor del arte reside en su misma inutilidad; que la creación de una obra de arte es lo que nos distingue de las demás criaturas que pueblan este planeta, y lo que nos define, en lo esencial, como seres humanos. Hacer algo por puro placer, por la gracia de hacerlo. Piénsese en el esfuerzo que supone, en las largas horas de práctica y disciplina que se necesitan para ser un consumado pianista o bailarín. Todo ese trabajo y sufrimiento, los sacrificios realizados para lograr algo que es total y absolutamente… inútil.

La narrativa, sin embargo, se halla en una esfera un tanto diferente de las demás artes. Su medio es el lenguaje, y el lenguaje es algo que compartimos con los demás, común a todos nosotros. En cuanto aprendemos a hablar, empezamos a sentir avidez por los relatos. Los que seamos capaces de rememorar nuestra infancia recordaremos el ansia con que saboreábamos el cuento que nos contaban en la cama, el momento en que nuestro padre, o nuestra madre, se sentaba en la penumbra junto a nosotros con un libro y nos leía un cuento de hadas. Los que somos padres no tendremos dificultad en evocar la embelesada atención en los ojos de nuestros hijos cuando les leíamos un cuento. ¿A qué se debe ese ferviente deseo de escuchar? Los cuentos de hadas suelen ser crueles y violentos, describen decapitaciones, canibalismo, transformaciones grotescas y encantamientos maléficos. Cualquiera pensaría que esos elementos llenarían de espanto a un crío; pero lo que el niño experimenta a través de esos cuentos es precisamente un encuentro fortuito con sus propios miedos y angustias interiores, en un entorno en el que está perfectamente a salvo y protegido. Tal es la magia de los relatos: pueden transportarnos a las profundidades del infierno, pero en realidad son inofensivos.

Nos hacemos mayores, pero no cambiamos. Nos volvemos más refinados, pero en el fondo seguimos siendo como cuando éramos pequeños, criaturas que esperan ansiosamente que les cuenten otra historia, y la siguiente, y otra más. Durante años, en todos los países del mundo occidental, se han publicado numerosos artículos que lamentan el hecho de que se leen cada vez menos libros, de que hemos entrado en lo que algunos llaman la “era posliteraria”. Puede que sea cierto, pero de todos modos no ha disminuido por eso la universal avidez por el relato. Al fin y al cabo, la novela no es el único venero de historias. El cine, la televisión y hasta los tebeos producen obras de ficción en cantidades industriales, y el público continúa tragándoselas con gran pasión. Ello se debe a la necesidad de historias que tiene el ser humano. Las necesita casi tanto como el comer, y sea cual sea la forma en que se presenten –en la página impresa o en la pantalla de televisión–, resultaría imposible imaginar la vida sin ellas.

De todos modos, en lo que respecta al estado de la novela, al futuro de la novela, me siento bastante optimista. Hablar de cantidad no sirve de nada cuando nos referimos a los libros; porque no hay más que un lector, sólo un lector en todas y cada una de las veces. Lo que explica el particular influjo de la novela, y por qué, en mi opinión, nunca desaparecerá como forma literaria. La novela es una colaboración a partes iguales entre el escritor y el lector, y constituye el único lugar del mundo donde dos extraños pueden encontrarse en condiciones de absoluta intimidad. Me he pasado la vida entablando conversación con gente que nunca he visto, con personas que jamás conoceré, y así espero seguir hasta el día en que exhale mi último aliento.

Nunca he querido trabajar en otra cosa

Me dieron ganas de estar contenta con ''los tiempos'' en los que vivo, pero sé que ello es efímero. De cualquier modo, los disfruto sin desesperarme en la medida que pueda.


Se busca EMPLEO

Tengo en mi recuerdo muchas frases que se dijeron en este año sobre el trabajo. Más fresco, tengo el recuerdo de una amiga que se ha ido por unos meses a Boston a trabajar, que partió anoche. Y lo que más ahora taladra mi cabeza es la idea de que tengo que hacer algo en el verano. Dicho sea de paso el verano se está tardando un poco en llegar (bien por mi)...

Tengo muy internalizada la idea de no perder el tiempo, de no sonsear mirando mi vaso de jugo, de hacer algo "productivo", y a esto se le añade el hecho de que este año he estado con tareas pendientes (leer, estudiar, bajar algun programa de tv, almorzar, ir a la notaría, ir a sacar copias, ir al baño, ir al pentagonito) casi en todo momento. Ahora que entiendo el sentido real de la palabra vacaciones (sabiamente renovada por vaGaciones) , siento un vacío, o incluso remordimiendo, de no tener nada planeado para los meses venideros. Por alguna extrañísima razón, en mis ''ensoñaciones'', consideré la posibilidad de trabajar.

Vacaciones cuasi-adultas

Tengo el suplemento de "Vacaciones útiles" cerca de mí , y luego de ojearlo llego a las siguientes conclusiónes: que el verano útil sólo corresponde a...
-...bebes que necesitan estimulación temprana (sirve? Serán las generaciones venideras bandadas de Mozarts, Descarteses, Adams Smith?)
-...a niños que deben aprender a nadar antes de que mueran cuando crezcan y vayan de campamento a la playa,
-a los adolescentes HASTA 16 AÑOS que deben aprender todo lo que no aprendieron en el año escolar en una pre de mala calaña en tan sólo 3 meses, achicharrándose encima

Como mi posibilidad legal de ir a casinos (léase, ser mayor de edad) se avecina, no hay casi nada que corresponda a mi edad. Según comentarios varios, la mayoría de ocupaciones consiste en hacer algun idioma. El francés está pegando bastante, lo cual no me extraña en el sentido de ''qué otro idioma'' pero sí en el de ''en qué me va a servir este idioma''. Si ese fuera el caso, una cantidad decente de institutos de chino, pero todos nos atemorizamos al ver a un chino del barrio chino con su periódico, y eso es suficiente para no considerarlo una posibilidad. En fin, supongo que en vacaciones uno debe dejar de un lado, a veces, el carácter utilitario de las cosas.

En ese sentido, todos estos reportajes que pululan en TV y periódicos, recomiendan ante todo el "solaz productivo" de sus hijos, y cómo no, vigilar cuidadosamente el uso del internet y el TV, ya que en la mayoría de casos pueden terminar así como yo (bueno tanto no). Han proliferado con roche todas estos centros de entretenimiento-educación, por lo visto. Lo bueno, si se quiere, es que hay tantas (caras) posibilidades que la criaturilla puede entretenerse deliberando sobre si debe aprender a surfear, a nadar, a tocar algun instrumento, a ser arqueólogo, a ser chef, vivir entre elefantes y jirafas, andar en zancos, andar con una bola roja en la nariz, y, en el caso más probable, aprender un idioma, más probable aún, inglés. Mis condolencias, señorita profesora del ICPNA/Británico/largo etc, que tendrá una gran cantidad de pupilos que le cuenten que tener un sólo idioma en términos prácticos no es ninguna tara, ni algo por lo que estar avergonzados, sino tan sólo: algo que te hace menos útil.

Mientras escribo esto, vuelvo mi duda a esta necesidad de pensar en el futuro práctico, ya tengas 2 meses, 5 años o 17, como yo. Por la ventana hay un hombre con terno que besa a una mujer igualmente vestida para oficina en esa angosta calle que cruza la avenida. Ambos deben trabajar cerca de acá y deben haber ido (o están yendo) a almorzar. Su ropa es del mismo color, incluso me atrevería a inventar que tiene la misma tela. El beso ha durado toda esta descripción, me siento una mirona pero poco me importa, ellos ni se lo imaginaron mientras duró su beso. ¿Cómo conjugar esos momentos que con planes a largo plazo no tienen nada que ver y las necesidades de supervivencia, necesidades utilitarias? Creo que en mi adultez me volveré loca.

La posibilidad de ir a casinos es maravillosa, sin embargo.

En fin, lo que es (casi) seguro que haré en estas vacaciones es:
-Usar la computadora un 60% del tiempo.
-Intentar postear algo acá
-Bajar música, anime, House y ER.
-Dormir hasta un poco tarde.
-Leer los varios libros que compré este año (esto es algo que quiero hacer)
-Curar la herida en mi dedo medio de la mano izquierda producto de escribir, hacer mate, o usar el lapicero en exceso.
-Ir a la playa y no sufrir de quemaduras traumáticas (ok, una vez por lo menos)
-TRABAJAR (eso realmente quiero hacer,pero no sé de qué)