sábado, diciembre 16, 2006

Planta alta I

Las bondades del piso nueve (y de una cámara) [Maratón RPP, un domingo]

El Pasado bajo

He pasado gran parte de mi vida en un segundo piso, en una casa, bastante cerca del suelo. Por entonces mirar por la ventana era una actividad casual, sin sentido práctico o de entretenimiento alguno, era tan sólo una manera de dejar de ver el interior de la casa por un instante. Un detalle: la vista no era muy alentadora, una calle, un pequeño edificio azul, casas poco agraciadas, señores regando jardines esporádicamente, ejemplares de transporte público (una única ruta p
asaba por esta calle) que deben haber servido a más de dos generaciones. En cuanto incidentes esporádicos diseñados para que por un pequeño agujero de la cortina uno o dos ojos chismosearan...uno que otro señor ebrio que se mantenía de pie gracias a la pared de noche y hacían escándalo para que les abrieran la puerta. Nada de parejitas, (ya que instalaron una acusadora luz en la vereda de la casa) nada de niños (ya que por entonces yo era la única por ahí y (casi) nunca salía).

La ventana que daba frente a la calle en el segund
o piso era bastante grande (lo que ameritó inversión constante en cortinas) y sus bordes eran curvas muy suaves. Cuando aún no sabía lo que era la vida en primaria solía sentarme en esas curvas, de espaldas a la ventana. Siempre que me preguntaba cómo se ponían las ventanas en una casa me imaginaba una sierra gigante cortando la pared (algo así como un carpintero). Luego me imaginaba la caída del pedazo de concreto que había estado en el lugar de la ventana. Cuando la casa que existía al frente mutó en pequeño edificio algo aprendí.

La ventana del primer piso era más aburrida, pues lo
único que se veía era la mini jungla-muro. Algo del edificio azul podía verse cuando venía el jardinero. Gracias a la habilidad de la enredadera para crecer hacia afuera (obstruyendo la corta vereda) el jardinero venía seguido.

Entonces, ventanas grandes aseguraban una casa bastante iluminada. Ese era su objetivo. Del mismo modo, ventanas grandes aseguraron temblores que duplicaban su escala de "asustamiento" por vibrar tanto. Ese era su inconveniente.


En fin, me podría haber quejado de mi vieja casa por el poco entretenimiento callejero-chismoso, pero desde que comencé a usar la computadora ese tipo de entretenimiento perdió la poca importancia que ya tenía. En última instancia, si el incidente era muy escandaloso, se iba a comentar en mi casa. Me atrevería a decir que ocurría la misma falta de interés en la mayoría de casas de la cuadra. Nunca entendí tampoco qué significaba barrio. Nunca supe como se llamaban todos los vecinos. Supongo que me agrada esa privacidad/tranquilidad/indiferencia moderada, es cómoda la mayoría de las veces.


Seis pisos después...

No, a tanto no llegué. [Vaticano, escaleras después]

La primera idea del cambio casa-a-departamento era, por supuesto, una vista privilegiada. Las primeras dos fotos han sido posibles gracias a ello.

(digo yo) continuará...




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